Noticias Tenerife Por qué no funciona, a veces, la terapia? IV

Por qué no funciona, a veces, la terapia? IV

Los terapeutas a medida que vamos tomando experiencia en la atención de personas, vamos desarrollando la percepción de quien tiene futuro en la terapia, y quien más temprano que tarde terminará abandonando.

Dentro de esta última opción se encuentran aquellos que por algún motivo no logran comprometerse. La generalidad es que no logran ese compromiso por qué, o van a la terapia forzados por un tercero, o porqué están tan abrumados por sus problemas, que no tiene espacio mental para dedicarle a la psicoterapia.

Pero hay un tercer caso, puede haber más pero yo hablaré de los más comunes, y es aquel que viene a la terapia pero, a ojos y oídos del terapeuta, no se compromete. Pareciera que avanza pero a la larga demuestra que ese avance fue falso.

Cuando llega a consulta una persona de esas características es importante poseer herramientas para optar, cosa de hacer los cambios necesarios a tiempo, pues nunca se debe bajar los brazos ante esta clase de inconveniente.

Lo ideal es que, cuando vemos una persona que durante la sesión pareciera que nos escucha pero que al siguiente encuentro es como una tabla rasa, y es como comenzar de cero, encaremos de entrada un sondeo de qué recuerda de lo hablado en la sesión anterior, y sobre qué cosas reflexionó a partir de eso. Eso nos dará una pauta del nivel de interés que tiene.

Pasa muchas veces con las personas, adultos o adolescentes, que son forzados a venir a sesión por qué ya no tienen otra salida. Cuando se trata de jóvenes, siempre pido que vengan los padres con él, pues es una manera de sostener y forzar el compromiso, pero además con las figuras parentales presentes me aseguro que surja el conflicto motivo por el cual han venido. Una de las cosas que hacen que la terapia funcione es hacer circular de manera dinámica el conflicto entre los participantes. Pero además es importante demostrarle al joven que el terapeuta no es un aliado del padre, sino de él. Por eso las maniobras durante la sesión deben ser muy delicadas pero claras para demostrarlo. Sea con un gesto de desaprobación hacia alguno de los padres, si es que corresponde, o con una palabra. No se trata de montar un teatro, sino de actuar sinceramente.

El hecho es que, si el adolescente viniera solo a sesión, sería estar luchando para convencerlo de que colabore y aporte material. No digo que no vaya a funcionar la terapia si viene solo, lo que planteo es que se hace más complicado sacarla adelante, y el porcentaje de posibilidades de éxito se achica considerablemente.

A veces cuando captamos tener en sesión una persona con poca disposición a colaborar, es mejor plantearle dos posibilidades. La primera es interrumpir la terapia, pues con esa actitud solo se pierde el tiempo. La segunda es poner un plazo en cantidad de encuentros, para que la persona vea si en ese tiempo logra encontrar algo de la sesión que la motive. Pasado ese plazo, si la persona persiste con la misma actitud, se interrumpe la psicoterapia.

Recuerdo haber tenido un caso de una persona que ante cada cosa que le decía me respondía que eso ya lo sabía, y a esas palabras las acompañaba con gesto y sonrisa de desafío. Fueron varias sesiones en donde hice uso de diferentes recursos para encontrar dónde conseguir su colaboración, hasta que al final vi que no había ni conseguiría compromiso de su parte. Al final di por concluida esa terapia.

El problema con esa persona es que como concurría forzada por el marido, veía en mí un instrumento de desafío hacia su esposo, lo cual hacía la terapia inviable.

Podemos tener una buena alianza terapéutica, pero si la persona no tiene, o deja de tener el afán de colaborar, es poco probable que perdure la terapia. El segundo caso no es tan preocupante, pues si dejó de colaborar, solo debemos despejar el por qué, para que retome su interés en participar.

Debido a que la terapia es una práctica sobre la cual ni el profesional, por el secreto profesional, ni el consultante, por pudor y cuidar su intimidad, divulgan con otras personas, se genera una incertidumbre y un secretismo que la envuelven en cierta oscuridad. Todo esto permite que se hable bien o mal de la psicoterapia, dependiendo de la experiencia que hayan tenido. De hecho, dejando de lado al que tuvo una buena experiencia, aquel que le ha ido mal en la terapia por su responsabilidad, no va a divulgar que ha sido su culpa el motivo por el cual se terminó la misma

Serfilippo, Horacio Alejandro Gabriel.

 

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