Noticias Tenerife Por qué no funciona, a veces, la terapia? III

Por qué no funciona, a veces, la terapia? III

Uno de los grandes riesgos que tiene la relación terapeuta/consultante es que el primero pueda sostener la distancia adecuada, sin descuidarse. Sucede que, como se trabaja con cuestiones muy internas de la persona a quien se atiende, el nivel de intimidad se vuelve tan profundo que pueden confundirse uno, otro o ambos. No sería la primera vez.

El problema es que si algo corrompe la relación entre ambos, la alianza terapéutica se verá amenazada y comprometida. Si esto sucediera, y el terapeuta no logra revertir la situación, todo el trabajo hasta ese momento también se vería comprometido y puesto en cuestión.

Estas cosas pueden suceder pues quien acude a nuestra consulta está necesitado/a de alguien que le comprenda, la contenga y la ayude.

Al principio es una relación común pero, a medida que se va profundizando. las imágenes familiares que el consultante tiene se van superponiendo sobre la imagen del terapeuta, y va a ser cuestión de tiempo para que pueda ponerlo en el lugar del padre u otra persona de sus afectos, con la posibilidad de que quede instalada la relación edípica. Aunque no es lo único que puede generar el riesgo de ruptura de la distancia, si es la más común.

Por eso es necesario que el profesional tenga claro los motivos por los que está ejerciendo su profesión.

Este problema no es único en el terreno de la psicología, puede suceder en distintas ramas de la atención en salud.

Recuerdo haber analizado un caso, en el cual una señora que hacía poco tiempo había sufrido una pérdida importante, y de la cual le era difícil recuperarse, fue a ver a un psiquiatra. Este profesional la hizo pasar, y al poco rato le pidió que se desnudara. La paciente le hizo caso. El médico primero le ponderó el cuerpo que tenía, y luego la empezó a tocar. Cuando quiso ir más abajo, la mujer reaccionó, tomó su ropa y se vistió. Se fue, pero pasado el tiempo aún se sigue molestando por no haber reaccionado a tiempo.

Verán que romper esa distancia compromete la integridad psíquica del consultante.

Para ser más explícito sobre la funcionalidad de esta distancia, podría decirse que esta es como el mostrador del negocio, donde separa al dueño del cliente. En el caso de la terapia es una línea imaginaria que no debe ser pasada por ninguna de las partes.

Otra de las posibilidades es que el consultante no llegue a entender, aún explicándoselo, la asimetría que debe existir entre él y el terapeuta. Esto implica que ambos están en diferentes niveles, que no tienen que ver con arriba y abajo, sino en cuanto a la relación.

Recuerdo un caso de haber tenido una sesión en la cual al comenzarla el consultante de entrada pretende derivar sus cuestiones personales, sobre las que tratábamos en ese momento, a querer averiguar sobre mi vida personal. Ese tipo de cosas no me sorprenden, para los consultantes nuestra vida es un misterio. Mi respuesta fue que estábamos ahí para tratar sobre sus problemas, y para eso me pagaba. Esto último, lo de mencionar el dinero, es una manera de marcar la distancia. Su respuesta fue que era su dinero y que por que no podía decidir de qué hablar. Como ven, a veces puede ser compleja una sesión, y revertir las maneras de comprender la terapia por parte de los consultantes.

En otras ocasiones puede ser mal interpretada la conducta del terapeuta, y llevar a que la persona en consulta confunda las intenciones.

Les explico. Muchas veces el terapeuta puede actuar por fuera de su consultorio, para apuntalar a su consultante en asuntos que le son de difícil resolución. Por mucha buena voluntad que uno demuestre, y actuando siempre a favor de afianzar y consolidar la alianza terapéutica, a los terapeutas se les escapan ciertas variables. Pero también muchas personas son impredecibles en sus conductas.

Un ejemplo sería, si tenemos una persona con ataque de pánico, decidamos acompañar a la persona hasta el lugar que actúa como desencadenante, con la simple función de poder actuar in situ. La persona en esta situación siente alivio al estar el terapeuta presente, y algo derivado de esto hace que se corrompa la relación, transformándola en otra cosa.

Por eso creo que no solo el terapeuta debe tener claro el por qué eligió esa profesión, sino que también el/la futura consultante deben saber por qué acude a la atención terapéutica. Es cierto que este último tiene el atenuante de poder estar pasando por un momento de confusión, pero sucede que si el psicoterapeuta ha sido explícito y claro en sus explicaciones sobre la naturaleza de la relación terapéutica y sus intenciones de apuntalamiento, ya queda en manos del consultante ubicarse y saber cuál es el límite. Seguimos la próxima. Si tienen alguna consulta o sugerencia el correo de contacto es [email protected]

Serfilippo, Horacio Alejandro Gabriel.

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