Noticias Tenerife Por qué no funciona, a veces, la terapia? II

Por qué no funciona, a veces, la terapia? II

El estilo de dar terapia por parte del terapeuta es único e irrepetible. Podremos copiar, lo mejor que podamos, a otro profesional en su manera de llevar adelante una sesión, pero jamás podremos lograr hacer lo mismo que él. Y viceversa, él no podrá imitarnos. Sucede que el estilo depende de muchas cosas, primordialmente de la personalidad del terapeuta, y luego eso se ensambla con los conocimientos que cada uno tenga de la teoría. Pero además va a depender de otros aspectos, como ser la inteligencia, la intuición, la flexibilidad, la rapidez mental, el poder de concentración y los sentidos alerta. Como ven es difícil encontrar dos personas con las capacidades iguales.

Todas estas cuestiones son las que debe controlar en una sesión y hacen que su estilo pueda ser del agrado del consultante, o no.

Por ejemplo si vamos a un sesión de psicoanálisis, encontraremos que muchos profesionales se limitan a intercalar muy pocas palabras, dejando más tiempo para hablar al consultante. Esta manera de práctica para algunos resulta ser lo que buscan, y cuando van con otro terapeuta, que tiene otro estilo, no se adaptan.

Para los terapeutas, a veces, les resulta muy difícil modificar su manera de impartir terapia, más si han visto que les da buenos resultados. Por otra parte, pretender que modifique su estilo sería forzar algo que no saldría naturalmente. Puede cambiar temporalmente algunos detalles de sus formas, pero en última instancia terminarán por salir a la luz sus maneras particulares, y propias de su personalidad.

Por eso cuando un consultante deja la terapia, por esta causa, mucho no podemos hacer.

Ahora bien, si el profesional logra captar que la persona se encuentra incómoda, o algo no le gusta de sus maneras, podrá proponer esto como tema de esa o de varias sesiones, pues muchas veces se trata de la resistencia del consultante y nada más.

Otra manera de sortear el problema sería cambiar la herramienta de trabajo en sesión. Por ejemplo, si notamos que la teoría sistémica llevada a la práctica le resulta incómoda, podemos cambiar a algo diametralmente opuesto y en donde nuestras maneras cambiarán también, como por ejemplo en el ensueño dirigido.

Por eso insisto que tener muchas herramientas a disposición es imprescindible para la práctica de la psicoterapia.

Aquí no solamente tiene que estar muy alerta el terapeuta, sino que también el consultante debe sentirse con la libertad de expresar su incomodidad, o disconformidad, como para darle la opción al profesional de hacer los cambios necesarios. Entre otras cosas, al no hacerlo y dejar la terapia, pueden estar descartando un terapeuta cuyas habilidades sean únicas, o simplemente un excelente profesional.

El motivo por el cual al profesional no siempre le es fácil cambiar su estilo tiene que ver con que cada terapeuta, una vez leída la historia clínica y habiendo tenido algunas sesiones, se organiza mentalmente una estrategia a seguir, formulándose hipótesis de que puede sucederle al consultante. Para todo esto tiene que pensar cual es la herramienta más adecuada para tratar ese caso, y a veces para el buen funcionamiento de la misma, y lograr el efecto buscado, debe hacer uso de todos sus recursos personales, lo que yo llamo estilo, y que tal vez para algunos pueda resultar inadecuado.

Voy a darles un ejemplo extraído de mi experiencia personal. Tenía una consultante que atendía en su domicilio. Vivía en un apartamento extraño en su diseño, y con una organización del mobiliario algo caótica, lo mismo que sus ambientes. Se notaba en el mismo el poco interés que mostraba por tenerlo en condiciones. O tal vez su forma de ver el orden espacial haya sido ese, lo cual ya daba un indicio de cómo era la persona. Pretender evaluar su estado mental solamente por eso sería abrir prejuicio.

Me limité a ubicarme en un asiento en la cocina, poner mi pizarra contra la pared y limitarme a escucharla. Cuando se trata de primeras sesiones los dejo que hablen y cada tanto pregunto y repregunto para lograr mayor información.

Mi estilo en este caso fue más cuidadoso, no desplegué todos mis recursos. Solo use la pizarra para marcar cuestiones que iba escuchando, y mis intervenciones verbales tenían más por objeto poner en cuestión algunas cosas que me contaba, con el objeto de ver su capacidad de reflexionar sobre los eventos del pasado y sus posibles decisiones erróneas. Llegamos a tener no más de tres sesiones, y a la tercera me dijo que suspendía momentáneamente por que tenia cuestiones de dinero que atender y no podría seguir pagando. Se interrumpe ahí, y pasado el plazo que me había dicho estaría sin sesiones no volvió a llamar. Al tiempo la encontré y quería tomar un café conmigo para explicarme por que no había vuelto. Como yo no acepto tener encuentros informales con quienes estuvieron en consulta conmigo, le rechacé la invitación. Igual me explicó muy rápidamente que no había seguido con la terapia por que mi estilo era muy directo y ágil, y ella se había sentido incómoda. Esta persona venía de haber tenido terapia con otro profesional, pero como no había podido seguir atendiéndola, esta persona se vio obligada a buscar otro profesional. Su experiencia previa la había predispuesto a querer buscar un profesional, con un estilo similar a quien la había atendido anteriormente. La pregunta en estos casos es que hace uno como profesional. Continua atendiendo a la persona buscando imitar el estilo del anterior profesional, aunque no de resultado? O por lo contrario, elabora sus propias hipótesis del caso, y elige la herramienta y estilo que crea pueda servir para conseguir mejores resultados que el anterior terapeuta? Yo elijo esta última, y la seguiré eligiendo, pues antes que nada está la ética del profesional.

Serfilippo, Horacio Alejandro Gabriel.

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