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El hada corazón y el carnaval

Por María de la Luz.

Era muy hermosa, todos se detenían aunque fuera un minuto a admirarla, y los niños embelesados, corrían a darle sus pequeñas manos, pues ella era tan encantadora, que los atraía de manera irresistible.

Un vestido blanco, vaporoso y amplio, adornado de corazones rojos que dejaban ver, de vez en vez un destello de luz, una varita de cristal que sostenía entre sus delicadas manos, una zapatillas transparentes, una larga y abundante cabellera castaña oscura, mejillas sonrosadas, labios encarnados, grandes ojos verdes y una misteriosa sonrisa, tal era el aspecto de la delicada chica; y a la inevitable pregunta que le hacían los más pequeños, siempre contestaba: -Soy el HADA CORAZÓN-.

 

Pepe no pudo evitar dejar de observarla durante todo el tiempo que estuvo allí. Como todos los años y como era su gran pasatiempo, con su nueva cámara en mano, Pepe acudió al gran desfile en búsqueda de una toma espectacular, que le hiciera poseedor de una original y grandiosa foto.

Los niños corrían hacia ella nada mas verla, por lo tanto caminaba acompañada de un montón de pequeños tigres, osos, duendes, flores, reinitas, reyes, princesitas, príncipes, robots, caramelos y pare usted de contar. Muchos niños le creían cuando les decía que ella era un hada de verdad.

De tanto en tanto Pepe, se acercaba lo suficiente como para escuchar lo que hablaba con los pequeños, pues su curiosidad era mucha.

La pudo ver durante todos los días que duró el carnaval en la ciudad, y estaba decidido a hacerle muchas fotos, pues su traje era muy original y no sé por qué misteriosa razón a él le parecía que lo llevaba con tal naturalidad que cualquiera pensaría que era su ropa habltual, no parecía ni nuevo ni viejo, simplemente era hermoso y diferente.




Como siempre Ada, podía andar a sus anchas por doquier por estos días siendo ella misma, y lo mejor de todo era, que podía hacer uso libre de sus mágicos dones, ya que la alegría y el ambiente de fiesta era tal, que nadie reparaba en su verdadera identidad. Y así le sucedía a sus hermanas, el hada mariposa y el hada ilusión.

Su vecina Doña Encarnación, siempre le pedía algún favorcillo mágico, lo que le hacía pensar que era una anciana muy sabia que se había convertido en su cómplice.

A ella le hacía mucha ilusión asistir al gran desfile, el cual esperaba con ansias cada año, porque una vez allí, caminando junto a todas aquellas personas esparcía mágicos y misteriosos polvos con tan solo hacer una tímida reverencia, polvos cargados de sonrisas, valores, bondad, fidelidad, respeto, inocencia, arte, dones y talentos, destinados a aportar bienestar a todo aquel que los recibiera, y por otra parte la música, las risas, el colorido, los originales vestidos, los grupos de grandes y chicos todos juntos haciendo sus coreografías y representaciones carnavalescas, las grandes carrozas y las hermosas reinas del carnaval, la hacían sentirse como en su mundo, divirtiéndose un montón con todos los niños a su alrededor.

Una vez que terminó la gran fiesta, Ada volvió a su vida habitual hasta el próximo carnaval para seguir cumpliendo con su misión, y Pepe logró tomar una foto a un hada de verdad sin saberlo.

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