Noticias Tenerife Disfrazados para engañar o la falacia progresista

Disfrazados para engañar o la falacia progresista

Denominarse progresista es tener ganada la aceptación mayoritaria de esa parte de la sociedad profundamente ideologizada; porque dan por bueno, dentro del pensamiento único y como consecuencia excluyente en el que están envueltos, que significa tener actitudes e ideas avanzadas. Incluso así lo define una acepción del Diccionario de la RAE. Tiene esa carga positiva, con aureola romántica, que implica su conversión en defensores de causas perdidas, difíciles, preferentemente sociales o periféricas. Desde una legitimidad que se arrogan sin ninguna justificación ni racional, ni numérica, pasando por un buenismo infantiloide, sumado a una buena carga de soberbia, llegamos al arquetipo de progresista intocable, que está por encima del bien o del mal o de todo cuanto no sea su particular punto de vista. Están convencidos que siempre tienen la razón, porque es imposible que se equivoquen, los demás son los que andan continuamente extraviados. Todo lo que no sea su manera de pensar, hay que ridiculizarlo, atacarlo peyorativamente, denigrarlo e incluso judicializarlo.

Progresistas hay de muchas tendencias, incluso no convergentes. Ahora nos vamos a referir a los que se quedaron huérfanos de cualquier referencia ideológica aquel 9 de noviembre de 1989 con la Caída del Muro de Berlín. Su mundo también se les vino abajo; de repente el paraíso en la tierra en el que creían ciegamente apareció triste, sombrío, pobre y lo que es peor, cruelmente real, no había existido nunca la utopía. A partir de ese momento empiezan a buscar sucedáneos donde descargar sus inefables ansias de redimir el mundo y en un primer momento encontraron las ONG,s, allí se involucraron en cuerpo y alma, para defender a los más desfavorecidos de aquellas tierras lejanas, que sólo conocían, en la mayoría de los casos, por fotografías o programas de TV. Mucho no duró este enamoramiento, pronto llegaron las deserciones, porque no se veían avances suficientes y cuantificables, además de contar con algún que otro escándalo económico.

El paso siguiente fue el apeadero ecologista, había que buscar un refugio donde incardinar esas ansías libertadoras, todas las energías se decantaron en la defensa fundamentalista de lo vegetal y animal, dejando en un puesto subsidiario a la persona humana. Lo primero son los escarabajos y de eso en Tenerife se sabe mucho. Las catequesis se daban desde las Facultades de Ciencias Biológicas y así aparecieron los noistas: paralizantes, inmovilistas, estériles ante cualquier inversión, progreso, crecimiento económico o social. De cuello blanco, buen sueldo, despacho acomodado y vida económicamente resuelta, principalmente desde sus puestos en la función pública, salían de su confort sólo para ir a alguna manifestación, por eso de no perder el contacto con el pueblo. También aquí se produjeron desbandadas significativas, porque la realidad no es una fábula y no se puede vivir del cuento toda la vida.

Después apareció ese populismo que se comía el mundo, queriendo poner todo morado, solucionando los problemas a base de magia. Diciendo una cosa aquí y haciendo la contraria allá. Bajando a la calle para solidarizarse con los descartados, pero viviendo como príncipes. Y así llegamos a la última estación, por el momento. Ahora toca el feminismo, se arriman entusiasmados a una nueva batalla, cual caballo de troya, ebrios de manifiestos, eslóganes, declaraciones y manifestaciones. Todo será por mantener esa ideología caída en el año 1989, que quema como brasas, pero que no luce como llamas. Se quedó apagada aquel día de noviembre donde no sólo cayó el muro, sino también, las ideas que sostenían un imposible. Hoy sus huérfanos buscan desesperadamente donde guarecerse y por ahora siguen erráticos, miedosos, porque no tienen agallas para decir públicamente lo que son, piensan y defienden, por eso, se acurrucan en los movimientos sociales emergentes de cada época, sencillamente para subsistir, porque no son capaces de valerse por sí mismos. Son una especie de parásitos reivindicativos de la moda de cada momento.

Oscar Izquierdo
Politólogo
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